[Texto en el catálogo de la exposición Enrique Larroy. Bambalinas. Monasterio de Veruela. 1994]

Lugar del desasosiego

Alicia Murría


Enrique LarroyLos elementos, las formas, los motivos han ido cambiando, sufriendo modificaciones y sustituciones, incluso transformaciones radicales en la obra de Enrique Larroy pero su aspecto continúa presidiéndola y, si queremos darle nombre, este sería el de distanciamiento.

De forma obstinada el pintor, como si le animara un prejuicio teñido de pudor, deja fuera del cuadro la intimidad, las sensaciones, las experiencias de lo vivido inmediato para proyectar un extrañamiento. Un extrañamiento, me atrevería a decir, respecto al mundo; desafiliación que le permite una mayor consciencia frente a sí mismo y a su exterioridad.

Al comienzo este espacio se configuraba a través de un sentido del humor directo, casi provocador, con el paso del tiempo, no diré que haya desaparecido, pero ha cobrado otro tinte, más elaborado y eficaz.

La primera vez que hablé de pintura, de la suya fundamentalmente, con Larroy fue a comienzos de 1987, cuando realizó su extensa exposición individual en el Palacio de Sástago (Zaragoza), con anterioridad me unía a él un conocimiento muy superficial en lo privado, a través de amigos comunes, y fragmentario en cuanto a su obra. Entre mis múltiples manías figura la de guardar casi todo y ahora recobro aquellas notas de la conversación-entrevista que suponía para mí un trabajo primerizo en torno a la crítica de arte.

Enrique Larroy


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